El director Hirokazu Koreeda conmueve en Cannes con "Like Father Like Son" (2013).
Mientras vivimos dejamos marcas que pervivirán después de nuestra muerte. Es uno de los alivios que podemos recordar ante nuestra condición mortal, y ello debe ser visto, junto con otras muchas cosas, con optimismo antes que pesimismo. Lo primero nos proporciona la satisfacción de observar el mundo con frescura y llenarlo de significado, mientras que lo segundo no nos aporta nada más allá del vacío. El director japonés Hirokazu Koreeda seguramente también ha tenido este tipo de pensamientos, pues en sus películas viene reflejando como nadie la pervivencia de tales elementos vitales. Entre ellos destacan las relaciones paterno-filiales, y cómo las experiencias y los conocimientos se van trasmitiendo de generación en generación. Koreeda lo enfoca además con delicadeza, con honestidad, con naturalidad, en definitiva, consiguiendo retratos familiares repletos de autenticidad. El gran logro de su filmografía hasta ahora ha sido pues la de hacernos tomar consciencia de lo efímeras pero a la vez bellas que pueden ser las cosas, en especial cuando las compartimos con nuestros seres queridos.
En parte por lo dicho, y por el estilo de sus películas, es fácil considerar a este cineasta como heredero de Yasujiro Ozu. Pero, a diferencia de su maestro, aunque ello también es consecuencia de pertenecer a otra etapa cinematográfica, Koreeda suele centrarse más en el mundo infantil, lo cual a menudo refuerza la sutil trascendencia de sus historias. Así va a hacerlo en Like Father, Like Son (Soshite chichi ni naru, 2013), que supone su tercera participación en la sección oficial del festival de Cannes, y en la que nos narra el dilema de un padre enfrentado al repentino anuncio de que el hijo que ha criado no es su hijo biológico. En Nadie sabe (2004), su anterior propuesta seleccionada en Cannes, nos mostraba la convivencia de cuatro hermanos ligados por una madre ausente. Y, entre ambas, Kiseki (2011) nos conducía por el mágico viaje de dos hermanos que viven en ciudades distintas. De hecho, probablemente sea otra de sus exitosas películas, Still Walking (2008), la que le haya granjeado en mayor medida las comparaciones con Ozu. En cualquier caso, lo que ello demuestra es que estamos ante un artista muy reconocido, que nunca decepciona, pues se reinventa en cada nuevo filme aun manteniendo presentes esas preocupaciones que resumíamos al principio. Si este año se lleva la Palma de Oro u otro premio mayor, será justo decir que lo comparte casi toda su obra.
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