Dos nombres. Dos
monstruos o, si se prefiere, dos auténticos colosos del cine de autor.
Reconocibles, en todos sus trabajos, del primer al último fotograma.
Responsables de triunfos sólo comparables a sus propios fracasos. El riesgo
como única carta de presentación previa a cualquiera de sus películas...
autoría en estado puro. Abrió la nueva jornada competitiva de la 71ª Mostra el
sueco Roy Andersson con “A Pigeon Sat on
a Branch Reflecting on Existence” (2014) y la cerró el japonés Shinya
Tsukamoto con “Nobi (Planes On Fire)”
(2014). Empieza un nuevo repaso por la prensa veneciana:
Respecto a lo nuevo
de Andersson, Luis Martínez, de El Mundo, ha dicho: Como cuadros vivientes
inspirados en la iconografía detallada de Otto Dix, Brueghel el viejo o Georg
Scholz la cámara se coloca en el sitio indicado, ni un milímetro fuera de
sitio, para retratar justo el vacío. Pero con mucho detalle. Es más, todo es
detalle. Tan trivial, anodino e innecesario que a poco que se pegue la nariz al
cristal acaba por parecerse demasiado a nosotros. Trágico a fuerza de cómico;
desesperado por vulgar; doloroso por gratificante.
Manu Yáñez, de
Fotogramas: La película ratifica al realizador sueco como una suerte de Ingmar
Bergman con sentido del humor. Su visión del absurdo cotidiano tiene algo del
teatro de Samuel Beckett y del cine de Jacques Tati, aunque en ‘A Pigeon Sat…’
es la versión más manierista y monumental de Federico Fellini la que termina
imponiéndose como referente central. La película alcanza su cenit en su tramo
final, cuando la imaginación de Andersson vuela hacia la grandeza y concibe una
gigantesca máquina de muerte colonialista, símbolo de un mundo que funciona
gracias al sometimiento al que algunos seres humanos someten a otros.
[...]Andersson se esfuerza por evocar un halo de humanidad, pero que revelan su
incapacidad para trascender el brutal distanciamiento que impone su cine y
dotarlo de auténtica vida.
Joan Sala, de Filmin:
Un majestuoso grand guignol que levita a camino entre el más desgarrador horror
y la tierna ensoñación, para incidir en una peculiar reflexión existencial que
nos lleva a la más tétrica realidad desde la más estimulante ironía. [...]Una
obra casi maestra, prácticamente perfecta. Solo nos queda esperar cuatro años o
más, a su próxima película, para la que por cierto, el cineasta escandinavo
afirma que ya tiene título: "La cuarta parte de una trilogía". Mejor
no podía empezar.
Respecto a la última
película de Tsukamoto, Luis Martínez, de El Mundo, ha escrito: Se trata de
trasladar a la pantalla la sensación espesa, salada y clara de la sangre, de la
carne. Al director de 'Tetsuo, el hombre de hierro' no se le podía pedir menos.
Quiere la película hablar de canibalismo. Y lo hace. Y cómo. [...]Quiere
Tsukamoto adentrar al espectador en la sensación cruda de la carne cruda. Ésa a
la que nunca llega la frialdad de una relato histórico. Y lo consigue. Brutal e
inmisericorde.
Manu Yáñez, de
Fotogramas: La mejor película que he visto en Venecia. ‘Fires on the Plain’ es
una película sobre la mirada: de un soldado al horror, de un país hacia su
innoble historia. Funciona como un antídoto perfecto contra las blandas
muestras de cine bélico con trasfondo humanista que hemos visto los últimos
días en Venecia. Con una extrema brutalidad que persigue agredir la
sensibilidad del espectador, Tsukamoto demuestra que el gran cine bélico solo
puede ser nihilista y trágico, una lección que aprendimos viendo las seminales
películas de guerra de Samuel Fuller. [...]Un violento torrente audiovisual
que, a través de un montaje entrecortado, da forma a una inmersión pesadillesca
en el infierno bélico.
Joan Sala, de Filmin:
Es la contundente respuesta a la deplorable espectacularización del cine bélico
que proclama "Salvar al Soldado Ryan", es también la definitiva
reivindicación de Samuel Fuller como único tótem de ese cine bélico que se
siente verdaderamente honesto y que lamentablemente, tanto brilla por su
ausencia. Un ejercicio de estilo absorbente y envolvente, pero ante todo moral
y ético, al que Shinya Tsukamoto imprime su inconfundible sello. [...]Un
survival abrasador y abrumador que tampoco da la espalda a los distintivos
toques de serie B que distinguen la obra de su padre y autor, valiéndose
puntualmente del gore, coqueteando de forma rotunda y cruel con el canibalismo,
o incluso incurriendo en la autoantropofagia, es decir, lo que supone comerse
uno a sí mismo. Primitiva y soez, como la guerra misma.
Por último, Luis
Martínez, de El Mundo, dedica también unas líneas al último trabajo del
incombustible Manoel de Oliveira, el cortometraje titulado 'The old man of
Belem', del que dice: Oliveira convierte la pantalla en el escenario de sus
sueños, quién sabe si de sus pesadillas.
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