Al parecer ya tenemos al
líder de la carrera. Todd Haynes presentó su trabajo más reciente, “Carol” (2015), en el Festival de
Cannes y generó una ola de críticas positivas. La cinta es una adaptación de la
novela El precio de la sal de la escritora Patricia Highsmith, donde dos
mujeres (Cate Blanchett y Rooney Mara) se enamoran en los años 50 desafiando
las convenciones de la época. El proyecto busca imitar estéticamente al
fotoperiodismo de esa década. A continuación los comentarios:
Alberto
Sáez Villarino, El Antepenúltimo Mohicano: “Un relato
apasionado y lleno de fuerza que se apoya en dos pilares básicos: Cate
Blanchett, dando vida al personaje epónimo del filme, una exitosa mujer muy
decidida, segura de sí misma, atractiva y lo suficientemente poderosa como para
no pestañear a la hora de coger lo que cree que le pertenece por pleno derecho,
y Rooney Mara, representando a Therese Belivet en una de las interpretaciones
más extraordinarias de su carrera. Ambas lograrán a partes iguales, una total
empatía y convicción, y una actuación sublimemente atractiva con cierto aire a
las heroínas clásicas —con una Mara hepburiana—. Dos actrices que se
complementan de maravilla gracias a la fantástica labor de un director capaz de
dar vida a un género tan empalagoso como el melodrama, que se vio rejuvenecido
con la mencionada Lejos del cielo, gracias a la eliminación de la demagogia
barata y diálogos interminables y vacíos.”
Justin
Chang, Variety: “Con sus innovadoras examinaciones de la
identidad queer y su afecto por los días de gloria del melodrama clásico, Todd
Haynes parecía una elección muy apropiada para filmar una adaptación de El
precio de la sal, la novela de 1952 de Patricia Highsmith acerca de dos mujeres
que valientemente desafiaron la rigidez de la conformidad social de esos
tiempos. Incluso con altas expectativas, nada parece prepararnos para el
abrumador impacto de Carol, una profunda historia de amor exquisitamente
delineada que apenas muestra cada sombra y matiz de la vida interna de sus
personajes con inteligencia suprema, impresionante porte y oficio
cinematográfico del más sofisticado y accesible orden.”
Thomas
Baurez, L’Express: “Para contarnos esta historia, Todd Haynes
opta por una puesta en escena fina y estudiada, las luces cálidas otorgan a
cada uno de los planos –todos maravillosamente compuestos– un refinamiento
maníaco. Los lentos movimientos de cámara traducen la dulce melancolía de los
recuerdos de Therese. Una melancolía que deja imágenes de una inquietante
perfección. El filme tiene aires de pesadilla, la visión diáfana de Therese es
espectral. Frente a ella, Carol es una figura sublime, poderosa como una actriz
de cine de aquellos años (Katherine Hepburn, Rita Heyworth…) Douglas Sirk
afirmaba: “La cámara es el mejor juez. Nadie es capaz de ver como ella, ni
siquiera, el ojo humano”.”
David
Jenkins, Little White Lies: “Todo sucede cuando Carol, interpretada
por Cate Blanchett, está haciendo compras de Navidad de último minuto para su
pequeño hijo Rindy, paseándose por un bullicioso piso de tienda departamental
atrapando los enigmáticos ojos verdes de Therese “Terry” Belivet, interpretada
por Rooney Mara entre anaqueles de muñecas- una de las cuales, irónicamente,
llora de verdad. En la novela de Highsmith, este momento inicia un tambaleante
juego de autocuestionamiento e incertidumbre romántica, aunque Haynes tira a
matar, disipando suavemente cualquier ambigüedad sobre la sexualidad de Carol y
el deseo de aventura no explotado de Terry.”
Carlos
F. Heredero, Caimán: Cuadernos de Cine: “La belleza de la película
no es aparencial ni meramente estética. Es honda, surge de su interior y
responde a coherentes opciones formales y de puesta en escena: el juego
constante con los espejos y los cristales, con las puertas y los reencuadres,
con las luces y los neones, con el grano de la fotografía, el tratamiento del
vestuario y de los espacios, la manera de capturar las miradas de las actrices
y de planificar las situaciones… Todo en este personalísimo film remite a un
universo tan codificado como el que Martin Scorsese retrataba en La edad de la
inocencia, pero –igual que en aquella– bajo sus coordenadas, impuestas por la
moral dominante, discurre un torrente de sentimientos no domesticables.”
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