Había ganas, muchas ganas,
de ver en la Croisette “Mad Max: Fury
Road” (2015) . Ya fuera por la avalancha de críticas positivas que ha
recibido de los medios norteamericanos –“Fury Road is a freaky, ballsy,
phenomenal ride”, escribió Joe Neumaier en el New York Daily News-, porque tiene
el mejor tráiler de los últimos años o porque los fans de la saga original
estábamos deseando reencontrarnos con Max Rockatansky, en esta ocasión, con el
rostro (y el físico) de Tom Hardy, en sustitución del icónico Mel Gibson.
El
año pasado se cumplieron 35 años del estreno de la primera Mad Max y, qué mejor
forma de celebrarlo, que hacer una nueva
película/reboot/secuela/lo-que-sea-tanto-da, recuperando en la dirección a
George Miller (67 años) –cuyas tres últimas películas, ojo, fueron la secuela de
Babe, el cerdito valiente y las dos entregas de Happy Feet- y dando rienda
suelta a todo el imaginario hardcore-tunning-viking- corpsed-punk que ya dominó
la segunda y la tercera entrega de la saga, y que aquí explota cual bomba de
hidrógeno convirtiendo cada plano de la película en una nueva imagen icónica
para la historia del cine fantástico.
Mitad versión trash de Los autos locos, mitad film de
bucaneros piratas cabalgando bulldozers, camiones cisterna y carros de combate,
buena parte del asombro que arroba al espectador proviene del estupor y deleite
provocado ante el torrente de objetos imposibles mostrados en pantalla: algo
que arranca como una armada de coches con tumores armamentísticos y acaba
siendo una orgía de camiones con pinchos, motos con pértigas, un panel de
altavoces con un guitar hero ciego y, en general, una fusión de metal, gasolina
y pólvora donde cada vehículo es una feria de atracciones en sí mismo.
Con
todos estos juguetes, Miller (y su equipo artístico), cede al desenfreno y crea
todo tipo de batallas en movimiento, tan destinadas a rizar el rizo del
espectáculo de última generación como a extraer cierta comicidad en muchos de
sus actos, por épicos que estos sean. Es cierto que la violencia, tremendamente
extrema en las dos primeras entregas de la saga, aquí queda parcialmente –hay
algún toque gore que ha arrancado el aplauso del respetable- soterrada bajo la
cacharrería ornamental. Pero en general podríamos decir que el chute de
diversión que es Mad Max: Fury Road es probable que no tenga rival en todo el
2015 (y eso que confío ciegamente en Abrams y su Star Wars).
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