Así, la expectación
ocasionada por el primer largometraje de Hou Hsiao-Hsien en ocho años sólo es
superada por la sorpresa derivada del género de la misma: ¡acción! Así, al
igual que hicieron hace unos años Wong Kar-Wai (Este contraveneno del oeste,
1994), Ang Lee (Tigre y dragón, 2000) y Zhang Yimou (Hero, 2002), el por lo
general intimista cineasta ha decidido atreverse con el subgénero más popular
de las “tres Chinas” (que suelen unirse para coproducir este tipo de obras):
las artes marciales, causando una gran sensación durante los primeros pases.
Además, se trata de la séptima vez que el
realizador compite por la esquiva Palma de Oro, tras hacerlo con El maestro de
marionetas (1993, Premio del Jurado), Hombres buenos, mujeres buenas (1995),
Adiós sur, adiós (1996), Flores de Shanghái (1998), Millennium Mambo (2001) y,
por último, Tiempos de amor, juventud y libertad (2005), hace exactamente una
década —El vuelo de globo rojo (2007), pretencioso remake de un cortometraje
galardonado en este certamen (El globo rojo, 1956), compitió en la sección Un
Certain Regard—.
A priori, The Assassin no
parece el típico filme galardonado en la Croisette, pero el certamen tiene una
deuda que Hou Hsiao-Hsien espera cobrarse. Y quizá este insólito ejercicio es
lo que el cineasta necesitaba para ganarse al exigente jurado. O quizá no. Ya
queda poco para averiguarlo.
El cine de este realizador
siempre genera una gran división de opiniones y una importante polémica en
cuanto a la interpretación de su mensaje. Esto se debe principalmente a la
esencial mercadotecnia reciente creada en torno a su obra, que ha originado que
sus películas sean asumidas de forma artificial por el cinéfilo común, quien
tratará de visualizar las creaciones de Hsien de manera forzada, como buscando
obtener precipitadamente unas conclusiones sin hacer una pequeña revisión de su
obra previa o la historia taiwanesa. Por otro lado, el espectador medio
permanecerá reacio a involucrarse en este mundo codificado con una profundidad
dilatadísima y una exigencia participativa muy elevada. El público de The
Assassin se verá obligado a formar parte en el proceso de desencriptado
hermenéutico final. Para conseguirlo no sólo tendremos que prestar atención a
lo que se dice mediante la dialéctica, posiblemente la forma de comunicación
más limitada, sino también lo que nos cuentan las imágenes. El director
comienza con un blanco y negro crudo, mediante el que nos presenta a la
protagonista a través de un preciso y eficiente ataque a cámara lenta: una
asesina letal de unas habilidades marciales incuestionables que ha sido educada
bajo la más cruel de las disciplinas “primero mata a sus seres queridos, luego
matas al objetivo”.
El cine del taiwanés Hou
Hsiao Hsien se encuentra totalmente influido por la compleja situación política
por la que ha atravesado su país. Tanto es así que cada una de sus obras se
muestra como una revisión de su historia y de algunos de los momentos más
dramáticos e influyentes del pasado. The Assassin, contextualizada en el siglo
IX, explora la situación de violencia vivida durante la cruenta dinastía Tang.
En este escenario, conocemos la historia de la hija de un general que fue
secuestrada de pequeña por una monja hechicera para entrenarla en el arte de la
lucha. Años después, la protagonista regresará para enfrentarse a su destino, teniendo
que elegir entre su naturaleza bondadosa o la fría y despiadada profesión para
la que ha sido entrenada.
Tras esa introducción,
Hsiao-Hsien cambia la imagen monocromática por una a todo color, en la que
muestra un atardecer tan rojo como el color de las letras del título. A partir
de ahí, la cinta seguirá en esa sobresaturación cromática que acompaña a la
gran teatralidad de la puesta en escena y al sensacional trabajo de vestuario y
decorado. Los planos secuencia son uno de los recursos más importantes del
realizador, quien los llevará a cabo con una planificación minuciosa y un
aprovechamiento de los espacios de manual, tanto de los visibles, como de los
invisibles por medio de un inteligente y sublime fuera de campo. Se aprecia una
sutil combinación entre la técnica procedimental histórica, y la metodología
contemporánea, por ejemplo, en los combates cuerpo a cuerpo característicos por
lo expeditivo y limpieza de sus secuencias, en contraposición a las larguísimas
y escandalosas escenas clásicas del cine tradicional de artes marciales. Una
película con un lirismo apabullante que sabe intercalar perfectamente los
momentos de alta intensidad —representados con los combates— y los momentos de
poética reflexión —marcados por un sonido de percusión constante e
inalterable—. El estudio de cada plano se convierte en el pilar fundamental
sobre el que se asienta el entramado funcional de la arquitectura fílmica,
dando sentido y forma a todo lo que acontece en el encuadre. Un concepto de
marco de imagen meticulosamente cuidado, en el que la cámara puede permanecer
estática, u oscilar suavemente como agazapada y oculta tras las finas cortinas
que aportan un filtro rojo de una tremenda explicitud, mientras los personajes
llevan a cabos sus acompasadas coreografías.
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