CANNES: Taiwan quiere la Palme D´or con "The Assassin" (2015)

 
 

Así, la expectación ocasionada por el primer largometraje de Hou Hsiao-Hsien en ocho años sólo es superada por la sorpresa derivada del género de la misma: ¡acción! Así, al igual que hicieron hace unos años Wong Kar-Wai (Este contraveneno del oeste, 1994), Ang Lee (Tigre y dragón, 2000) y Zhang Yimou (Hero, 2002), el por lo general intimista cineasta ha decidido atreverse con el subgénero más popular de las “tres Chinas” (que suelen unirse para coproducir este tipo de obras): las artes marciales, causando una gran sensación durante los primeros pases.

 Además, se trata de la séptima vez que el realizador compite por la esquiva Palma de Oro, tras hacerlo con El maestro de marionetas (1993, Premio del Jurado), Hombres buenos, mujeres buenas (1995), Adiós sur, adiós (1996), Flores de Shanghái (1998), Millennium Mambo (2001) y, por último, Tiempos de amor, juventud y libertad (2005), hace exactamente una década —El vuelo de globo rojo (2007), pretencioso remake de un cortometraje galardonado en este certamen (El globo rojo, 1956), compitió en la sección Un Certain Regard—.

A priori, The Assassin no parece el típico filme galardonado en la Croisette, pero el certamen tiene una deuda que Hou Hsiao-Hsien espera cobrarse. Y quizá este insólito ejercicio es lo que el cineasta necesitaba para ganarse al exigente jurado. O quizá no. Ya queda poco para averiguarlo.


El cine del taiwanés Hou Hsiao Hsien se encuentra totalmente influido por la compleja situación política por la que ha atravesado su país. Tanto es así que cada una de sus obras se muestra como una revisión de su historia y de algunos de los momentos más dramáticos e influyentes del pasado. The Assassin, contextualizada en el siglo IX, explora la situación de violencia vivida durante la cruenta dinastía Tang. En este escenario, conocemos la historia de la hija de un general que fue secuestrada de pequeña por una monja hechicera para entrenarla en el arte de la lucha. Años después, la protagonista regresará para enfrentarse a su destino, teniendo que elegir entre su naturaleza bondadosa o la fría y despiadada profesión para la que ha sido entrenada.

 El cine de este realizador siempre genera una gran división de opiniones y una importante polémica en cuanto a la interpretación de su mensaje. Esto se debe principalmente a la esencial mercadotecnia reciente creada en torno a su obra, que ha originado que sus películas sean asumidas de forma artificial por el cinéfilo común, quien tratará de visualizar las creaciones de Hsien de manera forzada, como buscando obtener precipitadamente unas conclusiones sin hacer una pequeña revisión de su obra previa o la historia taiwanesa. Por otro lado, el espectador medio permanecerá reacio a involucrarse en este mundo codificado con una profundidad dilatadísima y una exigencia participativa muy elevada. El público de The Assassin se verá obligado a formar parte en el proceso de desencriptado hermenéutico final. Para conseguirlo no sólo tendremos que prestar atención a lo que se dice mediante la dialéctica, posiblemente la forma de comunicación más limitada, sino también lo que nos cuentan las imágenes. El director comienza con un blanco y negro crudo, mediante el que nos presenta a la protagonista a través de un preciso y eficiente ataque a cámara lenta: una asesina letal de unas habilidades marciales incuestionables que ha sido educada bajo la más cruel de las disciplinas “primero mata a sus seres queridos, luego matas al objetivo”.

Tras esa introducción, Hsiao-Hsien cambia la imagen monocromática por una a todo color, en la que muestra un atardecer tan rojo como el color de las letras del título. A partir de ahí, la cinta seguirá en esa sobresaturación cromática que acompaña a la gran teatralidad de la puesta en escena y al sensacional trabajo de vestuario y decorado. Los planos secuencia son uno de los recursos más importantes del realizador, quien los llevará a cabo con una planificación minuciosa y un aprovechamiento de los espacios de manual, tanto de los visibles, como de los invisibles por medio de un inteligente y sublime fuera de campo. Se aprecia una sutil combinación entre la técnica procedimental histórica, y la metodología contemporánea, por ejemplo, en los combates cuerpo a cuerpo característicos por lo expeditivo y limpieza de sus secuencias, en contraposición a las larguísimas y escandalosas escenas clásicas del cine tradicional de artes marciales. Una película con un lirismo apabullante que sabe intercalar perfectamente los momentos de alta intensidad —representados con los combates— y los momentos de poética reflexión —marcados por un sonido de percusión constante e inalterable—. El estudio de cada plano se convierte en el pilar fundamental sobre el que se asienta el entramado funcional de la arquitectura fílmica, dando sentido y forma a todo lo que acontece en el encuadre. Un concepto de marco de imagen meticulosamente cuidado, en el que la cámara puede permanecer estática, u oscilar suavemente como agazapada y oculta tras las finas cortinas que aportan un filtro rojo de una tremenda explicitud, mientras los personajes llevan a cabos sus acompasadas coreografías.
 


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