Sean Penn es un hombre que
gusta de ayudar a los que menos tienen. Un paladín de las causas sociales,
dicen algunos. Su nuevo proyecto, “The
Last Face” (2016), se presentó en Cannes entre abucheos. Sus intenciones
eran buenas, el resultado final no tanto, dicen quienes tuvieron oportunidad de
ver la película: una historia de amor sobre hombres blancos que ayudan a gente
de color.
Luis Martínez, El Mundo: “The
Last Face es lo que se podría llamar un muy poco pudoroso lavado y planchado de
conciencia (la mala, otra vez); siempre más pendiente de exhibir la bondad del
autor que de acercarse si quiera al mal que denuncia. Como provocación
inconsciente podría incluso alcanzar el rango de obra maestra. Eso o disparate
mayúsculo. Tanto da. De otro modo: resulta tan evidentemente estúpida en su
exhibición afectada del dolor que ofende.”
Carlos Boyero, El País: “Tal
vez haya pasotes en el tono romántico, pero la realidad que describe no solo
tiene propósitos bienintencionados sino que también es aterradora. En cuanto al
estilo expresivo, a veces recuerda al ralentizado y espiritual cine de Terrence
Malick, algo bastante arriesgado que puede crear maravillas como El árbol de la
vida pero igualmente resultar alambicado o relamido cuando la historia no
funciona.”
Tim Robey, Telegraph: “Penn
nunca ha hecho una película así de mala antes, con la posible excepción de su
bruto segmento en la antología 11’09 “01, que tenía el apartamento de Ernest
Borgnine inundado por alegre luz por el colapso de las Torres Gemelas. Aquí,
las cosas se ponen mal agüero desde los títulos de apertura, que habla de la
relación entre la guerra civil de Liberia 2003, y su equivalente en el sur de
Sudán, una década más tarde, como ‘una brutalidad singular de inocencia
corrompida’.”
Salvador Llopart, La
Vanguardia: “A pesar de sus innegables buenas intenciones, The Last Face se
deja llevar por el deseo de transmitir todo el dolor del conflicto –de todos
los conflictos- a través del romanticismo y la épica y el resultado es algo
artificial y forzado. Donde el amor de la pareja no se complementa con la
guerra, y por momentos parece que ambos estén allí para ligar. El filme tiene
momentos de una belleza sublime, rodeados de otros muchos definitivamente
ridículos –la platea de Cannes se reía con ellos- que acaban por anegar el
filme en un esteticismo bien intencionado. Pero estéril.”
David Sexton, The Evening
Standard: “Aunque está filmada con habilidad, está pobremente editada,
estructurada y actuada. El reparto hace profundas declaraciones sobre el
conflicto (‘¿Salvarlos para qué? ¿Para qué clase de mundo?’) y sobre hombres y
mujeres (‘¡No es tomar! ¡Es amar!’), provocando risas durante su proyección,
seguidas de abucheos. The Last Face usa el sufrimiento africano como fondo para
el romance, un amorío blanco en una zona de guerra negra. No está bien.”
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