Después de 12 años de
ausencia, un escritor famoso regresa a su pueblo natal para reencontrarse con
su familia. Su madre (Nathalie Baye), sus dos hermanos (Lea Seydoux y Vincent
Cassel) y la cuñada del primogénito (Marion Cotillard) desconocen el motivo de
la visita furtiva de Louis (Gaspar Ulliel).
Sin embargo, el protagonista les ha
preparado una amarga sorpresa: ha decidido romper su silencio y regresar a la
casa de la que huyó para anunciar su enfermedad terminal. Con esta adaptación
cinematográfica de la obra teatral homónima de Jean-Luc Lagarce, Xavier Dolan
exhibe la faceta más nihilista de su carrera.
El enfant terrible canadiense,
especialista en la dirección de claustrofóbicos dramas domésticos, retoma el
tema de la aceptación de la muerte que ya expuso notablemente en “Tom at the
Farm” (2010). Así, si en esa película Dolan enfocaba dicha cuestión desde la
dimensión del luto –es decir, después del acontecimiento–, aquí el autor
detalla el suceso opuesto, introduciéndose en la mente de aquel que no sólo se
enfrenta a la certeza del advenimiento de su propio fallecimiento, sino que
también debe comunicarlo, por primera vez, a sus seres queridos.
La trama del film se construye
a partir de una sucesión de escenas en las que los personajes se reúnen para
insultarse, gritarse u ofenderse mutuamente. De este modo, la hostilidad y los
anecdóticos ajustes de cuentas que comparten los familiares prologan el anuncio
de la noticia. Al ser el único que conoce el secreto, el espectador termina por
compartir la ansiedad del protagonista. Así, entre gritos y lamentos, Dolan
consigue su propósito: que el público de It’s Only the End of the World devenga
un martirio parecido al viacrucis que Louis padece en silencio.
Por otro lado, es necesario
señalar que la adaptación del texto original de Lagarce era uno de los mayores
retos del proyecto. Dolan ha resuelto el desafío con maestría, siendo fiel a la
estructura de los monólogos en verso que resalta el sinsentido del argumento en
la fuente primaria. Sin alcanzar un resultado superior a “Laurence Anyways” o “Mommy”,
“It’s Only the End of the World” resulta otra de sus obras de maduración, donde
las escenas pop con banda sonora de Grimes o el “Dragostea Din Tei” de O-Zone
pueden convivir con reflexiones sobre cuestiones de mayor trascendencia, como
la muerte.
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