De sus siete
películas como director, Alfonso Cuarón ha filmado dos en México.
De las treinta y
tantas películas que Emmanuel Lubezki ha fotografiado, menos de diez las ha
fotografiado en México.
Cuarón nunca ha
ganado un Ariel como director ni a la mejor película. Cuarón nunca ha dirigido
una película bajo el "estímulo fiscal" conocido como el 226. Cuarón
estudió en el CUEC, pero abandonó la institución por una disputa con las
autoridades universitarias alrededor de la producción de un cortometraje.
Por razones que
tienen que ver con las grillas y particularidades de nuestro cine, Cuarón
decidió hace unos años no inscribir la más exitosa de sus películas mexicanas:
Y tu mamá también, a competir en el Ariel.
No soy crítico de
cine, pero tengo la impresión que La Princesita, Harry Potter, Los Hijos del
Hombre y Gravity no pueden calificarse como cine mexicano.
Cuarón y Lubezki son
ciudadanos del mundo. Hacen cine universal. Eso han decidido. Y en ese ámbito,
en medio de esas circunstancias y frente a esa competencia, se cuentan entre
los mejores desde hace mucho.
El color de su
pasaporte tiene poco que ver con su genialidad, sus éxitos o su reconocimiento.
Lo escribo porque he
leído a más de un despistado hablando de una nueva etapa de oro del cine
nacional por el Globo de Oro y las nominaciones de Cuarón. O el desbordamiento
en Twitter y la radio por las nominaciones de ayer. El 2 de marzo habrá más de
uno que propondrá ir al Ángel.
No creo que Cuarón o
Lubezki —ni Del Toro, ni González Iñárritu, ni Arriaga— representen al cine
nacional. Como no creo que James Cameron haga cine canadiense; ni Ang Lee y su Brokeback
Mountainsea cine chino. O el de Polanski sea cine polaco, o El último
emperadorde Bertolucci cine italiano; por mencionar algunos ganadores de la
estatuilla.
Mal haríamos en
cargar sobre los hombros de los talentosos Cuarón y Lubezki alguna especie de
representación nacional que no han pedido.
El cine no es un
deporte olímpico.
Uno de sus aciertos
fue haberse ido para hacer un cine que nuestra industria y nuestro mercado no
resisten.
Es decir, en buena
parte sus éxitos son porque se fueron.
Por eso, los vivas a
México de ayer (y los que nos faltan) no son más que nacionalismo ramplón,
chafa… Sobre todo, falso.
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