Con el lanzamiento
del segundo tráiler de 'Unbroken' (2014), se han confirmado las
impresiones que nos dejó el primero: es una mastodóntica y lujosa producción
que narra las épicas hazañas de un hombre cuya valentía, honor e integridad le
ayudaron a sobrevivir las mayores tragedias imaginables del siglo XX. Nada más,
y nada menos. Esta es una propuesta bastante ambiciosa tratándose de la segunda
película como directora de Angelina Jolie, tras la mucho más pequeña (e ignorada)
'En la tierra de sangre y miel'.
El hecho de que la
cinta tenga trasfondo histórico y cuente la historia de un héroe, y lo haga sin
miedo a conectar directamente con las emociones de los espectadores, levantó la
desconfianza y el cinismo de bastantes cinéfilos. Sus argumentos para
despreciar a priori la película la acusaban de manipuladora, facilona, mil
veces vista o película para señoras. No voy a entrar en lo estériles que me
parecen esos argumentos a la hora de atacar una película, porque dentro de ese
subgénero las hay buenas y las hay malas. Quiero centrarme en una frase que
siempre me ha llamado mucho la atención: "es una película hecha para los
Oscars".
¿Qué es una
"película hecha para los Oscars"?
Quiero dejar claro
que entiendo perfectamente lo que quiere decir esa acusación. Se refiere a que
'Unbroken' es una epopeya emotiva más grande que la vida y pretende conmover a
todo tipo de público. Comprensible prejuicio. Ahora bien, ¿cuál es la última
película con esas características que ganó el Oscar? 'Titanic'. Hace 17 años.
¿Y antes que ella? 'El paciente inglés', un año antes. Podríamos encajar
también en este grupo títulos ganadores como 'Memorias de África' (1985) y
'Braveheart' (1995). Por lo tanto, el concepto comúnmente extendido como
"película para los Oscars" se basa en ganadoras de hace dos décadas.
Ahora voy a abrir un
poco el espectro a lo que conocemos como "feel-good" movies,
películas en positivo puramente hollywoodienses que quizá no tenían como intención
ganar el Oscar cuando se rodaron pero sin duda su victoria contribuyó al
estereotipo de la "ganadora conservadora": 'Argo', 'The artist', 'El
discurso del rey', 'Slumdog millionaire', 'Una mente maravillosa'. Eso son
cinco películas en 15 años. Cinco películas pensadas para conseguir que público
de todas las edades y condiciones sociales se sienta buena persona al acabar, y
que evitaban abiertamente cualquier elemento sórdido u oscuro a la hora de
contar la historia. Cinco películas, en definitiva, que podemos ver con
nuestras madres.
Me atrevería a decir
que la victoria de 'Unbroken' (Invencible) sería en realidad un anacronismo hoy
en día. Un regreso a aquellos triunfos arrolladores que se daban en los 90
gracias a películas que suponían un excelente alarde técnico y artístico que
les hacía optar a literalmente todos los premios de la noche.
Llevo muchos años
siguiendo la carrera, y os aseguro que el argumento descalificativo de "es
una película para los Oscars" siempre viene de gente que desprecia los
Oscars (y por tanto no tiene ni idea, pero por supuesto tiene muchas opiniones
al respecto), que cree que el cine para el gran público es malo por definición
e, incluso, que la gente que llena las salas es estúpida.
Así que soy yo quien
desacredita a ese tipo de cinéfilos, que basa sus argumentaciones en
prejuicios, elitismos intelectuales y ganadoras de hace 20 años. Pero nunca se
pararán a mirar los datos, ni a entender que si una gran película conecta con
millones de personas de todo el mundo será porque mala, lo que se dice mala, no
es.
Yo sí tengo datos en
los que basar mi opinión, y no solo se trata de ganadoras, sino también de
perdedoras. Echemos un vistazo a un puñado de supuestas "películas para
los Oscars" que no consiguieron engañar a la Academia, agrupándolas por
sus bazas más oscarizables.
Historias épicas de
valores humanos
Es inevitable
recordar 'Leyendas de pasión', aquel drama romántico que tenía numerosos
elementos para seducir a la Academia: una estrella en su primer gran reto
dramático (Brad Pitt), la chica guapa de moda (Julia Ormond) y un prestigioso
actor maduro ganador del Oscar (Anthony Hopkins). La factura artística era
impecable, con James Horner componiendo la música y John Toll como director de
fotografía (Toll ganaría el único Oscar de la película, y repetiría el año
siguiente con 'Braveheart').
¿Qué es lo que falló?
Dos palabras: Edward Zwick. El director de la también fallida 'El último
samurái' y la más interesante 'Diamantes de sangre' demostró que no hay fórmula
infalible para ganar el Oscar. La Academia podría haber optado por la vía
clásica, pero prefirió apostar por nominaciones más revolucionarias como 'Pulp
fiction' o 'Cuatro bodas y un funeral', la primera comedia nominada al Oscar en
la década de los 90.
El año pasado sin ir
más lejos se repitió el error con 'El mayordomo', drama político que apostaba
por la sensibilidad más manipuladora y pasada de moda, y que se acabó
convirtiendo en el hazmerreir de la carrera con su desfile de caras conocidas
mal maquilladas interpretando a figuras clave en la historia de los Estados
Unidos. Fue un éxito de taquilla, pero no consiguió una sola nominación ni en
los premios de la Academia ni en los Globos de Oro.
Directores
comerciales en busca del reconocimiento dramático
El hecho de que
Steven Spielberg, Robert Zemeckis y James Cameron arrasasen en los Oscars con
proyectos grandilocuentes después de varios años triunfando en la taquilla
mundial con películas de ciencia-ficción y aventuras hace que esta transición
parezca fácil.
No lo es.
Cuando Michael Bay
abordó su drama bélico 'Pearl Harbor' para Disney cometió una sarta de errores atroces: se
limitó a copiar el esquema de 'Titanic', combinando una catástrofe histórica
conocida por todos con una tragedia romántica para atraer al público
adolescente. ¿Qué podía salir mal? Todo. A diferencia de la legendaria película
de Cameron, 'Pearl Harbor' no tenía una historia de amor sólida, ni cuidó los
detalles históricos para darle envergadura a la obra, ni tenía un guión sin
fisuras que funcionase como el mecanismo de un reloj. Pero lo más bochornoso de
'Pearl Harbor' es probablemente su casting: Ben Affleck, Kate Beckinsale y Josh
Harnett eran semi-estrellas de moda que jamás podrían compararse a dos animales
interpretativos con el magnetismo de Leonardo DiCaprio y Kate Winslet.
Con una perspetiva
completamente distinta, Baz Luhrmann se propuso rodar "el 'Lo que el
viento se llevó' australiano" (y le cito textualmente), pero sin renunciar
a su irreverente sentido del humor y su melodramatismo hortera. Nada podía
salir bien de ahí, pero por si no os acordáis os aseguro que 'Australia' fue la
mayor aspirante de 2008 durante meses. Hasta que la vieron.
Grandes historias,
grandes directores
Tener un gran nombre
al frente de una epopeya dramática garantiza la presencia en los Oscars, pero
en absoluto la victoria. Un imparable Steven Spielberg volvió al cine tras 'La
lista de Schindler' con 'Amistad', una película clásica, modélica, en la que nada
podía fallar. Pero falló. La crítica recibió la cinta con frialdad, y el
público no conectó con la que aspiraba a ser la crónica definitiva sobre la
esclavitud.
Pero si hablamos de
grandes nombres ignorados por los Oscars, Martin Scorsese merecería su propio
artículo. Injustamente derrotado en 1990 por 'Bailando con lobos', su
filmografía se fue recluyendo cada vez más en dramas históricos, tan solventes
como impersonales, que supusieron dos derrotas en los Oscars que ni siquiera
los Globos de Oro vieron venir: 'Gangs of New York' y 'El aviador'. Ambas
películas lo tenían absolutamente todo para arrasar en los premios de la
Academia, pero cayeron derrotadas ante propuestas menos calculadas y más
áuténticas. Paradójicamente, Scorsese acabaría triunfando con 'Infiltrados', la
primera película de mafiosos en ganar desde 1974 y que sentaría precedente en
una etapa ciertamente transgresora para los Oscars ('No es país para viejos',
'En tierra hostil'). Por mucho que fuese el primer "remake" en ganar
el premio gordo.
Con una historia más
pequeña pero las mismas intenciones de Oscars, Robert Redford adaptó el
bestseller 'El hombre que susurraba a los caballos' en 1998, con la
recientemente nominada Kristin Scott-Thomas y una poesía visual muy del gusto
de la Academia en los 90. Estoy seguro de que muchos predecían su victoria
antes de su estreno, pero la película acabó quedándose en tierra de nadie
(crítica y comercialmente) e irremediablemente cayendo en el olvido.
Directores
oscarizados que vuelven a por más
Aquí la lista es
inmensa. La maldición de la segunda película es un hecho, ya que siempre es más
fácil sorprender con una buena película si nadie sabe de dónde viene su
director y por tanto no ve venir el huracán.
Pero con su siguiente
propuesta, el director debe demostrar que su éxito no fue una casualidad y que
efectivamente es un gran cineasta a tener en cuenta. Pocos lo consiguen. La
Academia (y la crítica y el público) recibirán su segunda película con recelo y
desconfianza, lo cual sumado a la habitual equivocación de intentar conseguir
dos Oscars seguidos acaba en un desastre que a menudo es ridiculizado por la
prensa.
En este grupo es
pertinente recordar desastres como 'Cold mountain'. Tras la incomprendida 'El
talento de Mr Ripley' (cuya turbiedad psicológica nunca pretendió seducir a la
Academia en realidad), Anthony Minghella adaptó un bestseller histórico con
tres estrellas colosales para los Oscars: Nicole Kidman, Jude Law y Renée
Zellweger. Repetía el equipo artístico que embelleció la flamante ganadora de
1996, 'El paciente inglés'. Pero a 'Cold mountain' se le veían tanto las
intenciones, que resultaba hasta incómoda de ver.
Del mismo modo otros
directores fracasarían en su intento de repetir la victoria: Sam Mendes fue
cruelmente ignorado por un drama clasicista tan ejemplar como 'Camino a la
perdición', con Tom Hanks (2 Oscars), Paul Newman (1 Oscar, 1 Honorífico) y
Jude Law (1 nominación); Rob Marshall rodó una de las películas más visualmente
hermosas de la década adaptando un bestseller que estuvo en manos de Spielberg
durante años, pero olvidándose de contar una historia apasionada y/o
apasionante con 'Memorias de una geisha'; John Madden fichó al ganador del
Oscar Nicolas Cage y a la inexplicable estrella de moda Penélope Cruz y les
retrató en un drama romántico-histórico-exótico de manual, 'La mandolina del
capitán Corelli'; y por último Ron Howard se equivocó estrenando un mayo una
historia de superación interpretada por tres ídolos de Oscar supuestamente
infalibles: Russell Crowe, Renée Zelwegger y Paul Giamatti, pero con el título
menos comercial que recuerdo, 'Cinderella man'. Y sin ir más lejos, el caso del año pasado, la opción de la Disney "Saving Mr. Banks"
Mi intención con esta
enumeración de victorias y derrotas es desmontar tanto el concepto como el
argumento y el prejuicio de "película para los Oscars". No hay una
fórmula matemática para ganar un Oscar, y mientras que es innegable que ciertos
elementos y géneros atraen más la atención de los académicos, no basta con
meter en una coctelera todos los recursos que hicieron ganar a otras películas
en el pasado.
En pocas palabras: la
Academia no va a premiar la misma película dos veces.
A la Academia no es
tan fácil colársela, y no les hace ninguna gracia cuando a una película se le
ven tanto las intenciones, costuras y mecanismos. Es fácil hablar de
"victoria fácil" a posteriori. Pero nadie hablaba de Oscars cuando
James Cameron anunció su intención de rodar 'Titanic', ni se esperaba que una
alta comedia romántica (pseudo-histórica, pero absolutamente comedia romántica)
como 'Shakespeare enamorado' le arrebatase el Oscar a un drama bélico del
director más importante de Hollywood. Tampoco era predecible que un peplum
ganase el Oscar 40 años después de 'Ben-Hur', y apuesto a que cuando Peter
Jackson empezó el rodaje de 'El señor de los anillos' su intención no era ganar
11 Oscars, sino salir vivo de la mastodóntica empresa.
Ahora, todas ellas
son "películas de Oscar", pero recordemos que en su momento las
estadísticas estaban en su contra. ¿Acaso una victoria de un drama clásico
"bigger than life" para todos los públicos como 'Unbroken' no sería
una verdadera sorpresa en los tiempos que corren?
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